¿CICLISMO Y FILOSOSFÍA?

En abril del año pasado, desde este mismo pupitre, os castigué con un artículo que relacionaba (aunque muy por encima y a salto de mata) el mundo del fútbol y la filosofía. Días más tarde, lo que son las cosas, se publicaba en España el libro de un ciclista francés titulado “Sócrates en Bicicleta”.
Antes de continuar os diré que allá por los primeros ochenta del siglo XX, tan lejanos ya, cuando estábamos en la facultad, solíamos fantasear asociando este o aquel filósofo con alguna otra actividad aparentemente alejada de nuestro mundillo, desde el rocanrol hasta el fútbol pasando por las artes culinarias, entre otras…

Lo del fútbol era bastante recurrente aunque también tenía bastante tirón el baloncesto. De hecho puedo contaros que a principios de los dos mil, en una de las últimas cenas de compañeros que hicimos, a una compi se le ocurrió comparar a Shaquille O´Neal con Nietzsche por la contundencia de ambos en sus respectivas especialidades; el balocentista de Nueva Jersey pasa por ser (creo) el jugador que más aros ha roto en la historia de la NBA, aunque el pionero fuera el polifacético Chuck Connors (los más viejos del lugar lo recordaréis por haber protagonizado la serie televisiva “El hombre del rifle”…) pues bien, el bueno de Connors resultó haber sido el primero en destrozar una canasta en la liga profesional norteamericana… ¿a que no lo sabíais?

Bien… sigamos. Debo reconocer no obstante que en aquellas conversaciones tan marcianas (los de filo solemos tener bastantes las tenemos con frecuencia, jajaja…) nunca se nos ocurrió vincular la filosofía con el ciclismo. ¡Qué poca imaginación y qué pocos reflejos por nuestra parte! Escribo esto último a modo de autocrítica porque, bien pensado, seguramente no hay otro deporte más “filosófico” que el ciclismo; no os diré qué me ha llevado a esta conclusión por no extenderme demasiado, pero podríamos hablar de ello en otra ocasión. A todo esto, hay un ex-ciclista a quien recordaréis por haber estado en activo hasta hace pocos años, el eibartarra (o eibarrés, como más os guste) Pedro Horrillo, que también estudió filosofía y que colaboró en medios de prensa con estupendos artículos casi siempre vinculados al ciclismo; visitad las hemerotecas y no os arrepentiréis.

Vayamos ahora con Guillaume Martin y su “Sócrates en Bicicleta”. Sobre el autor os diré que es francés, nacido en París hace casi 29 años (los cumplirá la semana que viene), corre con el Cofidis y acaba de terminar el Giro de Italia, donde se ha clasificado en 14º lugar que no está nada mal; se trata de un ciclista con muy buen nivel, por tanto. Escalador que se defiende bien en todos los terrenos, se llevó la montaña en la Vuelta de 2020. Lo ultímisimo que os puedo decir sobre él es que acaba de publicar en español un interesante ensayo titulado “La Sociedad del Pelotón”, y cuya lectura parece igualmente prometedora (yo desde luego me pondré a ello en cuanto caiga en mis manos). En lo que respecta a la sugerencia de hoy, “Sócrates en Bicicleta”, se trata de un ameno y hasta divertido constructo a medio camino entre la parábola (“fábula” según otras reseñas) y la meditación, una ficción muy bien elaborada (“ensayo peculiar”, a decir de otras críticas filosóficas y literarias) en la cual el autor nos presenta un ingenioso examen de la condición humana y donde pone de manifiesto eso de que “mens sana in corpore sano” va mucho más allá de una simple frase hecha.

Como sin duda les ocurre a otros colegas, es frecuente que me pidan consejo sobre lecturas filosóficas. Pues bien: os recomiendo encarecidamente esta estupenda obra y como pequeñas muestras de qué os vais a encontrar, no puedo resistirme a repoducir algunos párrafos; os los dejo aquí abajo.

Empieza así: “Nuestra historia comienza en Olimpia, un diez de diciembre, durante una concentración del equipo nacional griego de ciclismo, unos dos meses antes del comienzo de la temporada. Las primeras carreras aún están lejos; sin embargo, cada corredor está ya muy ocupado, acumulando horas de sillín sin rechistar, esmerándose en construir un grupo unido, capaz de rivalizar con la fuerza colectiva de las más grandes escuadras en el pelotón. Una montaña espera a los helenos: el próximo verano, por primera vez en toda su historia, tomarán la salida en el Tour de Francia.[…]”. Todavía no podemos estar seguros de que quiénes van a integrar ese equipo nacional griego… bueno, seguro que ya os imagináis algo. Más adelante, en la página 6, el autor nos va revelando alguna información al respecto: “[…] A la hora prevista las tres figuras emblemáticas del equipo griego entran en la sala. Vemos a Sócrates en cabeza, testa ligeramente calva, mirada traviesa, signos de su experiencia. Varias veces vencedor de la Ronda de los Cárpatos y del Tour del Peloponeso, Sócrates es el líder indiscutible de su formación. Lo sigue su fiel lugarteniente, el musculoso Platón, antiguo luchador reconvertido al ciclismo que será ayuda preciosa para Sócrates cuando «trague aire» en el plano. Finalmente aparece Aristóteles, un joven con dientes grandes y sentido táctico especialmente fino. Se dio a conocer el año pasado en el Tour de Macedonia, donde aprovechó el marcaje entre los principales favoritos para conquistar un parcial de prestigio.[…]”. No perdáis de vista un detalle: Platón ya había practicado deporte antes, y esto es real y está documentado, pues en efecto se dedicó a la lucha durante algún tiempo. Pero os voy a dejar ahora un párrafo con un potente contenido filosófico, pues en el fondo de eso trata esta obra tan original; así, en la página 19 de la edición que tengo ante mí podríais leer: “[…] Lo que siento sobre la bici es una […] especie de éxtasis del ciclista, producido de forma inesperada, que me transporta fuera de mí mismo (o, más bien, fuera de mi mente). El éxtasis del deportista de largo aliento es un retorno al cuerpo y al presente. Nietzsche diría que es la experiencia dionisíaca del Eterno Retorno, esa gran aceptación de la vida que impone la voluntad de querer que todos los eventos de la existencia, incluyendo el dolor y el sufrimiento, vuelvan un número infinito de veces. Como mínimo, diría que es la prueba de que el cuerpo necesita a la mente para avanzar. […]”. El tratamiento que aquí hace Guillaume Martin sobre el concepto nietzscheano de ETERNO RETORNO, complejo y polémico como pocos, es a mi juicio tan brillante como didáctico… ¡Vais a poder entenderlo gracias a un ciclista profesional que prácticamente es todavía un chaval! Solo por esto ya merece la pena bucear a fondo por sus páginas. Y ya para acabar, una última selección extraída de la página 66, más que nada por continuar con Nietzsche, una de mis debilidades: “[…] <<¡Apártense! ¡Apártense! ¡Sport-TV, tenemos prioridad! Señor, una palabra, una declaración, una pregunta, solo una: sale de la nada, acaba de hacer un excelente tiempo (tercero en la clasificación provisional), ¿quién es usted?>>
-Me llaman la cobra, por mis afilados ataques en las cuestas -respondió el ciclista, de carrerilla-. O el águila de Sils-Maria, por mi capacidad de volar a través de las montañas. O Zaratustra, el escalador de pies desatados. Pero mi verdadero nombre es Nietzsche… […]”.

Pues nada más por hoy, únicamente insistir en que si te interesa la filosofía (y en LaTaska sabemos bien que así es) no puedes perderte “Sócrates en Bicicleta”, una verdadera delicia con poco más de 200 páginas tan instructivas como divertidas.


TXESKO C.

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