UNA PINCELADA SOBRE LOS CONCEPTOS DE BIEN Y VALOR

Cada vez es más frecuente que utilicemos mal el lenguaje. Si acudimos a los medios de comunicación por ejemplo, y especialmente a la prensa escrita, esto que acabo de decir se pone de manifiesto de manera tan creciente como alarmante; y tiene bemoles la cosa, porque cuando escribes algo que vas a publicar se supone que tienes tiempo para revisar y corregir, cosa que no sucede con el directo en radio o televisión. Cierto es que hasta al mejor escribiente se le escapa un borrón… pero hay borrones y borrones. Peores aún son esos “borrones”, cada vez más habituales en política, cuando se juega la baza del maniqueísmo más burdo de manera tan torpe como deliberada; os confieso que esa era mi intención con respecto al artículo de esta semana: abordar el tema de las actitudes maniqueas en política… pero la deformación “ex-profesional” personal que padezco es más fuerte que yo, de modo que eso del maniqueísmo lo dejaré (con vuestro amable permiso) para una próxima ocasión.

Os cuento: me he encontrado por ahí con algo que se está divulgando en algunos foros de filosofía y he comprendido que ese “algo” también se está trasladando a las aulas. Se trata de “un algo” que podéis encontrar por doquier simplemente surfeando por internet, es decir, que está teniendo una gran difusión… de ahí mi preocupación, ocupacion y post-ocupación. Lo transcribo a continuación aquí debajo ↓

“[…]Los valores no existen por sí mismos, necesitan apoyarse y plasmarse en realidades concretas llamadas bienes […] Los valores pueden existir independientemente de los bienes, ya que los valores son universales, mientras que los bienes son temporales, cambiantes e históricos.”

Vamos a ver, vamos a ver… ¿En qué quedamos?¿los valores existen por sí mismos, o no?. Obviamente la palabra “existir” es bastante puñetera; pensadlo con detenimiento y ya veréis, ya. En el enunciado anterior dicha composición de letras está obviamente utilizada de forma incorrecta, contradictoria seguramente o, en el mejor de los casos, de manera ambigua. Si nos situamos en los modelos de ética axiológia defendidos por Scheler y Hartmann, dado que dichos planteamientos (con sus matices en cada autor) conciben “bien” como “valor” parecería claro que en ningún caso se podría predicar la no existencia de los valores, atendiendo a la unidad axiológica bien&valor. Así, para Max Scheler los valores morales son reales y objetivos y nunca propiedades físicas o ideas (ocurrencias) siendo así que se podría edificar sobre ellos una moral absoluta la cual sería autónoma, por supuesto. Más aún: dichos valores, asegura el pensador muniqués, pueden ser captados mediante la Intuición Sentimental, una forma de sentir diferente de lo que denominamos “a-la-pata-la-llana” <<sentimiento>>, aunque tal forma sea análoga al sentimiento propiamente dicho en tanto en cuanto un valor no “es”, sino que “vale” (entendamos esto en sentido positivo o negativo), siendo el caso que dicha intuición no nos deja indiferentes: aquéllo hacia lo se focaliza nos atrae o nos repele (por consiguiente algo de sentimiento sí que hay). Esa peculiar intuición tendría, claro está, un carácter fenomenológico: es intencional puesto que se orienta hacia algo que no es ella misma, los valores. Digamos por fin, que para Hartmann, quien va todavía un paso más allá que Scheler, los valores tendrían el mismo estatus ontológico que las ideas platónicas.

He creído importante soltar toda esa parrafada para mostraros que las éticas axiológicas tienen una vocación “materialista” (frente al formalismo kantiano) pero también poseen otra vocación “afinalística”, contrastando con las otras éticas materiales, en cuanto a eso que llamamos “bienes”. Y es que en definitiva, para los “axiologistas”, las normas morales no se derivan de lo social, lo psicológico o lo biológico y menos aún de los apetitos, sino que se han de inferir a partir de los valores fundamentales del ser humano; esos valores serían por tanto consustanciales al ser humano (y aquí, si os fijáis, enlazo con el magnífico artículo que nos brindó Leticia hace unos días). En lo que a mí respecta la existencia de los valores ofrece poquitas dudas; otra cosa distinta es nuestra percepción y tratamiento de dichos valores. Al fin y al cabo todo está sujeto a interpretación, ¿o no…?. ¿Estoy adoptando una postura “relativista”, ¿acaso “posmoderna”?. Yo diría que estoy siendo fundamentalmente “realista” intentando “mostrar” más que “decir”.

En todo caso, y para terminar con este asunto, entiendo yo que tanto las éticas teleológicas como las deontológicas y las axiológicas coinciden en una cosa: no se les puede negar su entidad a los valores pero tampoco se puede negar que estos necesitan objetivarse o actualizarse; no basta con la potencialidad, por tanto. El debate no sería tanto la existencia o no de los valores por sí mismos, sino cómo llevamos a cabo su objetivación; por ejemplo, nadie negaría la existencia de la justicia en tanto que valor, como tampoco negaríamos como valor la solidaridad (por citar los que quizá sean más “socorridos”). Pero acaso sea inevitable la diversidad de puntos de vista sobre cómo objetivamos o actualizamos esas “justicia” y “solidaridad” poniendo siempre en juego una suerte de “tomar la parte (parte-partido, ¡ojo, debate!) por el todo”. Ahora es cuando deberíamos tratar de evitar confundir la “justicia como noción” con la “justicia como valor” y eso, amigas y amigos, no resulta nada fácil. Daos cuenta de que ahora, en estas dos últimas líneas, con mayor o menor sutileza (dejo esto a vuestros agudos juicios) estoy anticipando mi siguiente artículo sobre el maniqueísmo. Pistas: la politización del poder judicial, la oposición sistemática a todo lo que no proponga “yo”, las normativas fiscales sobre “bienes” (materiales) y propiedades… porque, vamos a ver: ¿Está ideologizado eso de los bienes (los materiales y los otros) y los valores?¿Qué os parece?
Yo, ahí lo dejo… ¡De momento!

TXESKO C.


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