MASCOTAS Y CAPITALISMO

Ya iba siendo hora de que después de las vacaciones me dignara a escribir por estos lares ¿no? Pues bien, hoy traigo un tema que realmente me tiene de cabeza desde que llegué de mis vacaciones en Estambul (Turquía). Os pongo en situación:

Aterrizamos en el aeropuerto LowCost y después de un larguísimo periplo de viajes en diferentes medios de transporte, llegamos a nuestro “hotel”. Mientras caminábamos por las calles para llegar a nuestro “hotel”, nos dimos cuenta de que por la calle había una gran cantidad de perros, sin ningún tipo de dueño o lugar donde podrían pertenecer. Muchos de ellos con una especie de marca en las orejas, estilo lo que llevan las ovejas o las vacas (después nos explicaron que era un chip de identificación de cada animal). Realmente la situación era curiosa ya que días después nos dimos cuenta de que los perros campaban a sus anchas por las calles sin ningún tipo de vigilancia. Incluso había alguno de ellos que se dormían en medio de la calle y nadie los apartaba, al contrario, los coches los tenían que esquivar y era aceptado sin más miramiento.

También había gatos, estos, al igual que con los perros, también campaban a sus anchas por los diferentes lugares, incluso muchos de ellos eran tan amigables que muchos niños que jugaban en la calle los cogían y jugaban con ellos, también descansaban encima de los puestos del Gran Bazar. Se dieron diferentes circunstancias curiosas. Por ejemplo, un gato estaba durmiendo encima de una camisa que quería comprar y el trabajador de la tienda me dijo que no me la podía enseñar porque el gato estaba descansando. ¡Creedme que es algo muy curioso la relación que tienen los turcos con los animales!

Pero me preguntareis ¿Quién los cuida?, ¿Quién les da de comer?

La pregunta es simple, el gobierno tiene un sistema donde regulan estas colonias. El gobierno se encarga de desparasitar a estos animales y de curarlos si tienen algún tipo de problema. Pero… ¿Quién les da de comer? Normalmente nos fijamos en que la comida se la daba la gente de la zona, la gente del barrio les ponía pequeños platos con pienso como también agua.

¡No me digáis que no es curioso!

Mi pareja de viaje -tanto en la vida, como en este viaje -no paraba de decir que le daba pena ver a estos animales sin “cuidados” o “abandonados”, pero realmente yo (el que os escribe) no veía a animales abandonados o descuidados, simplemente veía a animales libres y comunes.

Os fijaréis que he dicho “comunes” ¿Por qué digo esto? Si te fijabas un poco más en la gente, te dabas cuenta de que la gente local no tenía animales, no salía a pasear con ellos atados con una cuerda, el animal era común, lo cuidaban entre todos, era un elemento social de la propia comunidad y no pertenecía a nadie. Nadie se hacía cargo de él, pero a la vez era responsabilidad de todos cuidar de él.

Y esto me dio a reflexionar sobre los animales, las posesiones, la compra de compañía y el CAPITALISMO.

Pero antes me gustaría hacer un breve paseo en la historia y cómo se “crean” las mascotas.

¡Empecemos!

Nos vamos al neolítico, hace unos 5.000 años; ya sabéis, ese fantástico momento que por algún motivo pasamos de vivir en cuevas a vivir en pequeños poblados.

Pues bien, en ese momento, según José María Bermúdez de Castro, reconocido antropólogo que ha estado en Atapuerca entre otros yacimientos alrededor del globo terráqueo y autor del libro Dioses y mendigos, nos cuenta que los cánidos tienen sus orígenes en los alrededores de los poblados del neolítico. En estos lugares, se dejaban los desechos y estos primeros cánidos se acercaban para poder aprovechar lo que nuestros antepasados no utilizaban. Estos encuentros primero se producían en la distancia, pero poco a poco el humano de rostro contemporáneo y los cánidos se iban acercando, creando así una relación de simbiosis. El cánido se podía aprovechar del humano para poder comer y dejar la necesidad de cazar y el humano se aprovechaba de las características del cánido para poder proteger y ayudar a la caza. ¿Qué os parece?

Tenemos que entender que el humano es terriblemente colonizador. Nuestra cultura en sí es colonizadora, necesitamos tener y saber que algo es nuestro y lo controlamos. Eso nos pasa con los animales (y los animales se aprovechan de ello), ya que gracias a la comida y los cuidados dejan de depender de sus instintos primarios y no necesitan cazar, proteger o procrear, simplemente con dar “cariño” saben que van a estar cuidados.

Sabéis por donde voy ¿no? Compramos cariño, es barato y satisfactorio para nosotros. Al lado tenemos a un “animal” que no puede comunicarse como un humano y que encima todo lo que sabe hacer es interpretado como si fuera un humano. Una vez leí que un Golden Retriver a, lo largo de su vida va a aprender a leer nuestras diferentes formas de comunicación facial para poder interactuar con nosotros. Uno de los grandes problemas que tenemos ahora mismo es la gran humanización que hacemos de los animales, los llegamos a tratar como a verdaderos “humanos”; les compramos ropa, les damos cuidados e incluso les llagamos a sacar a pasear en carritos de bebes. Perdón por lo que voy a decir ahora: ¿Qué cojones estamos haciendo? Es lo más hedonista que puede llegar a haber. En vez de llegar a acuerdos y socializar con gente de nuestro alrededor (base de nuestra sociedad) preferimos comprar el cariño de aquel que a cambio de comida nos satisface nuestra necesidad de humanidad.

Nunca me hubiera imaginado que los perretes dieran para poder reflexionar sobre la inmediatez del capitalismo. Pero realmente da para poder sacar mucho jugo de todo esto; tenemos animales para tener satisfacción inmediata, para poder tener aquello que nuestro alrededor no nos puede proporcionar. Qué bonito es el capitalismo que a cambio de un saco de pienso nos da cariño y compañía ¿no? Es precioso…

Pero estas reflexiones no pueden quedar aquí. Pueden llegar a ir mucho más allá. Podemos llegar a replantearnos como está de degradado en Occidente el espacio común, el espacio de todos. ¿Qué consideración tenemos del espacio público? Es sencillo plantear esta respuesta. Miremos que tipo de consideración tiene la educación pública o la sanidad pública para el capitalismo. Creemos que son espacios de baja calidad, espacios donde la inmediatez y la autocomplacencia no tienen lugar, dando así la sensación de bajos cuidados y de poca calidad. Los paralelismos con los perros estando en la calle y ocupando el espacio público son prácticamente iguales, nos pensamos que estando en la calle el cuidado y el cariño que pueden llegar a tener no es lo mismo que si estuvieran en un espacio privado.

Solo espero que tras estas pequeñas reflexiones (al igual que ahora me pasa a mi) no miremos de igual forma a nuestras mascotas y revisemos las relaciones que tenemos con ellas y que clase de sinergias establecemos con ellas.

¡Un saludo anticapitalista!

Rodrigo Trinidad Morán.

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