¿EL IMPERIO DE LA LEY?

<<Quiero que este juzgado funcione como si fuera mi empresa privada>> fue la frase inaugural de su Señoría D. (…) cuando, tras tomar posesión en su nuevo cargo, Juzgado de Instrucción número (…) de B… en el momento de dirigirse a sus subordinados, a quienes acababa de reunir en su despacho, a saber y en orden decreciente en cuanto al peso se sus responsabilidades: secretario, oficial, auxiliar(es?), agente(s?)… . Unas cuantas semanas después se jubilaba uno de los funcionarios intermedios y con tal motivo se celebraba una cena en un conocido restaurante de la ciudad. Más tarde y tras el ágape, en el momento de las copas durante la velada, su señoría y muy conservador magistrado-juez (insultantemente joven por cierto) reunía “petit-comité” a “su gentecilla” (así solía referirse a ella) para manifestarles lo siguiente: <<No vayan ustedes a creer que estamos confraternizando en este evento; las distancias seguirán siendo las mismas y no dudaré en abrirle expediente a cualquiera de ustedes si, debido a su conducta, YO lo estimara oportuno>>. Apenas dos semanas antes este mismo juez, mientras abroncaba a quien precisamente se iba a jubilar, dejaba abierta la puerta de su despacho y…. lo voy a contar como si fuera una viñeta del inolvidable Forges: <<¡Ay… Romerales, Romerales, Romerales…! ¡Deme usted un motivo para no considerarlo un incompetente funcional!¡Deme una razón para no expedientarlo ahora mismo!¡Romerales: lo voy a empapelar!¡Lo voy a poner contra la pared y le voy a pinchar como se pincha a un insecto de colección!¡Y no se crea que se irá usted de rositas porque vaya a jubilarse dentro de unos días!¡No tolero los errores!¡Se va usted a entererar!>>.

Esto que acabáis de leer en el párrafo anterior es rigurosamente cierto y sucedió a comienzos de los años noventa del pasado siglo, es decir, “ayer”. Supe de estos episodios por un amigo que tuvo la desgracia de trabajar como oficial en aquel juzgado. Actualmente mi amigo está jubilado y seguramente fuera de peligro (ya me entendéis, imagino) pero su señoría continúa ejerciendo y además ahora lo hace en un puesto bastante más alto dentro del escalafón.

Habrá quien me diga que figuras como la de este magistrado son las menos, que se trata de un caso aislado, que los jueces y juezas de este país son gentes súper-preparadas y súper-profesionales, ecuánimes, escrupulosas a la hora de aplicar nuestras leyes. Podréis decirme que casi nadie es como el personaje cuasi literario (o de película de terror) que os presentaba más arriba. Y probablemente tendréis razón si aseguráis que, hoy día, episodios como los referidos al comienzo de este artículo serían poco menos que imposibles, que el abuso de autoridad está suficientemente penalizado, que en la actualidad se es muy cuidadoso con estas cosas. Bien, vale: no se da la acción… pero sí se da la actitud; y sí: están ahí el talante y la ideología en el sentido más marxiano del término; no hay acto pero sí potencia (¡… potencia y ramalazo!). Y habiendo potencia, no tengáis ninguna duda, habrá acto más pronto que tarde. Y ahora, contextualicemos: “conservador”, “privada”, clasismo…

…Recomienzo el artículo entonces y lo recompongo. Le decía a mi amigo (el mismo de antes, sí) que me llama poderosamente la atención eso que sucede con respecto a la función pública entre quienes manejan el mazo para gobernar el “IMPERIO DE LA LEY” (odiosa expresión, por cierto…) Me llama la atención, decía, que jueces y juezas de nuestros más altos tribunales ejerzan dicha función partiendo de un determinado perfil ideológico, ya sabéis: están “los conservadores” y “los progresistas”. Escribo esto desde la más humilde e ingenua ignorancia, es decir: desde un perfil no ideológico sino pura y simplemente profano deseando, desesperadamente además, que alguien especialista en el tema me ilustre haciendo pedagogía. ¿De verdad hemos hecho las cosas tan mal como para que la ley, y peor aún: la justicia, estén ideologizadas? Ojo: no solo en España, pues también hemos escuchado cosas parecidas con respecto a la justicia de los EEUU, por ejemplo. A todo esto, ¿sabéis qué…? dejaré para el final eso de “conservadores” y “progresistas” con el fin de someter la cuestión a un sencillo análisis semántico; pero ahora paso a otro párrafo con la intención de recordaros algo.

<<Controlaremos la Sala Segunda – del Supremo – desde detrás, además de presidir la 61>>. Conocéis perfectamente el episodio y a su protagonista (y si no lo conocéis indagad por ahí: hasta en la wikipedia lo tenéis). El entrecomillado apareció en elPlural con fecha 19/11/2018 pero también en otros medios. ¿No os parece oportuno que en LaTaska, al igual que en esos otros medios, recordemos ahora esa “perla” aun a riesgo de resultar reiterativos? ¿Reiterativos, decís…? Ya… pero viene a cuento, por desgracia, ¿no os parece?

También viene a cuento recordar quiénes son los que no respetan el juego democrático. Quiénes se niegan a respetar la división y el contrapeso entre poderes. Quiénes se aprovechan de un defecto de forma para agredir a la soberanía popular en un alarde de miseria y vileza moral sin precedentes. Quiénes niegan que lo que caracteriza al parlamentarismo es el pacto. Quiénes interpretan eso de “las mayorías” como más les conviene, usando con una frivolidad nauseabunda términos como “okupa” o “golpista”. Quiénes continúan anclados en el señoritismo y en el caciquismo… o en el protofascismo de los caciques, siendo más precisos.

Vamos ahora, si os parece, con eso de “conservadores” y “progresistas”. Son dos términos que a veces se utilizan demasiado a la ligera; a veces, no: ¡casi siempre!. En primer lugar y atendiendo a las etimologías, a un uso correcto del lenguaje, la contraposición debería ser más bien “progresistas/inmovilistas” o incluso (dadas las circunstancias) “progresistas/regresistas”. Pero claro, el sector más rancio, botarate-cañí, clepto-corrupto y chulesco-fusilacionista de estos territorios esgrime con ánimo de agredir eso tan despectivamente idiota de “progre”, lo cual dificulta sobremanera cualquier intento de hacer con ellos alguna pedagogía. Tal y como yo la entiendo en este juego semántico la apuesta por el progreso frente al inmovilismo debería ser global y, por supuesto, la judicatura no debería sustraerse a esta intención. El inmovilismo jurídico no es la antítesis de la anarquía (?) sino más bien la esclerotización de la ley en contra de la justicia propiamente dicha. Eso de “juez-conservador” remite inevitablemente (implacablemente diríamos) al mantenimiento de un “statu-quo” cuyo fin es conservar (de ahí lo de “conservador”) los privilegios, incluso prebendas cuando no impunidades, de una casta privilegiada de rancio abolengo. Ni más, ni menos. Para entendernos, digámoslo ya, en nuestro contexto sociopolítico un conservador no es alguien que quiere “mantener (conservar) algo bueno”, sino un retrógrado o un caradura de tomo y lomo; es lo que hay.

Aseguraba John Rawls, pensador norteamericano nada sospechoso de comunismo bolivariano, que los principios de justicia pueden contar con una validez universal e incondicional si (y solo si) son el resultado de un acuerdo entre personas racionales, libres e iguales en una situación contractual justa. No me extenderé en algo que sin duda todo el mundo entiende; en cualquier caso podéis darle una vueltecita a la obra del filósofo estadounidense “Teoría de la Justicia” (publicada en 1971 y revisada luego dos veces, en el 75 y el 99). Es una lectura que recomiendo encarecidamente a nuestros jueces y juezas y muy especialmente a nuestros políticos y políticas (no le tengan ustedes miedo, ángeles custodios de la democracia: es un librito muy elemental). Ya puestos a ello, sugiero que al menos echen un vistazo al capítulo 1 de la primera parte, titulado “La justicia como imparcialidad”; al capítulo 6 de la segunda parte, “El deber y la obligación”, así como al capítulo 7 de la tercera parte “La bondad como racionalidad”. Con esto puede ser suficiente; porque mucho me temo que los conceptos de “posición original” y “velo de ignorancia” resulten algo más complejos: es imposible que la derecha de este país los entienda, pues quedan justo al otro lado de la burda y primitiva lógica que les sirve de guía.

TXESKO C.

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