¿QUÉ HAY DE NUEVO, MASAS REBELDES? 

Buenaaaas… El articulito que hoy os ofrezco es, más que nada, una reseña sobre un libro acerca del cual me han preguntado varias veces en los últimos días; concretamente se han interesado por él hasta cuatro personas a quienes, por diferentes motivos, aprecio y admiro. Ahora que aún estamos terminando de procesar los cómos y los porqués del “divorcio” entre cierto diario de tirada nacional y cierto filósofo (también de tirada nacional) a quien prefiero no nombrar, me ha parecido que era el momento de homenajear humilde y modestamente al irrepetible (guste o no) José Ortega y Gasset. 

La rebelión de las masas es una de las tres obras más difundidas de la cultura española a escala universal. Y además goza de una excelente salud… o quizá deberíamos decir “juventud” pues como vais a comprobar a continuación trata una problemática que está de rabiosa actualidad.  

Fundamentalmente es un análisis sobre las causas filosóficas y morales de la crisis de valores que, durante el primer tercio del siglo XX, afectaba a occidente en general y a Europa en particular. Ortega sostiene que cualquier sociedad siempre está constituida por una “minoría selecta” y una “masa vulgar”. Cada uno de estos bloques estaría integrado por dos tipos de individuo que viven según dos formas de vida ideales y opuestas: el “noble” (caracterizado por el esfuerzo y la excelencia) y el “vulgar” (que quedaría definido por la inercia y la mediocridad).  

Su diagnóstico es que la crisis de Europa provendría de una rebelión de carácter moral, cuyo crecimiento exponencial coincide con los años 20, protagonizada por la masa vulgar contra la minoría selecta; esto significa que aquéllos que eran moral e intelectualmente “peores” habrían intentado imponerse sobre los “mejores”. La temática remite inevitablemente al ámbito de la política, aunque ciertamente el propio Ortega rechazó que su obra fuera etiquetada como un libro de filosofía política propiamente dicha, por cuanto los términos “rebelión” y “masas” no van en esa dirección, sino que su orientación es más bien la de una antropología moral y social. Ahora bien: como es sabido, la política lo impregna todo y todo impregna a la política; nada escapa a este hecho tozudo y “retroalimentario”. 

La interpretación en clave política que tan a menudo se ha hecho sobre esta obra, casi siempre de forma acrítica e irresponsable, ha desembocado demasiadas veces en una estúpida tergiversación cuyo resultado final fue la pura y simple incomprensión. En “La Rebelión de las Masas” Ortega no se refiere, como tantas veces se ha dicho, al miedo de la burguesía ante el avance del comunismo, sino a la degradación de la cultura a causa de una democratización e igualitarismo mal entendidos; lo cual evidentemente no significa demonizar la democracia ni la igualdad sino, muy al contrario, ponderar la excelencia que les corresponde a ambos tesoros entendiéndolos al mismo tiempo como BIENES y VALORES en la más genuina tradición axiológica inaugurada por Scheler y Hartmann… ¡nada más y nada menos! 

Así, el “hombre-masa” por <<antono-masia>> (permitidme esta licencia) no va a ser el obrero no cualificado, sino más bien ese profesional que haraganea inserto en la seguridad que le proporciona su saber especializado. Su perfil psicológico es el de un niñato consentido, un señorito engreído, soberbio, frívolo y superficial, empachado de sí mismo y que pretende tener sólo derechos y no deberes menospreciando todo aquello que ha hecho posible esa civilización y progreso, de los cuales se beneficia y gracias a los cuales vive en una confortabilidad que no sabe valorar.  

No deja de ser curioso que, al enjuiciar la obra del intelectual madrileño, se llegara a percibir en ella una defensa más o menos tácita y camuflada del autoritarismo y del fascismo precisamente por parte de aquellos que eran retratados como “hombres-masa”; es verdad que J. A. Primo de Rivera, el joven fascista español y admirador confeso de Mussolini, llamaba a Ortega <<el maestro>> pero

de esto Ortega no tenía la culpa. “La Rebelión…” no es en modo alguno una velada apología del fascismo; muy al contrario, este libro sería en todo caso (lo presentábamos más arriba) un alegato a favor de la democracia liberal frente al acoso de cualquier totalitarismo, cualquier movimiento político que, en representación de la “masa vulgar”, se posicionara contra el parlamentarismo y la libertad propugnando la acción directa y la violencia.  

Sin abandonar la línea seguida hasta ahora en este artículo, digamos que se puede estar de acuerdo o no con mucho de lo que decía Ortega en su dilatada y fecunda actividad filosófica; pero no es de recibo etiquetarlo como apologeta del elitismo. Es verdad que el pensador madrileño estaba radicalmente en contra del aborregamiento (cualquier tipo de aborregamiento) pero eso no implica favorecer las posturas elitistas. Y es que, amigas y amigos, el elitismo es por definición excluyente y exclusivista, actitudes absolutamente opuestas al talante de nuestro ilustre filósofo. 

Muchos estudiosos de la filosofía orteguiana consideran que algunos hechos y actitudes actuales como las diversas intentonas de torpedear cualquier excelencia, el menoscabo de ciertos deberes como la sinceridad o el respeto al prójimo, la degradación cultural y moral, la crisis de la educación, el cinismo, el recurso del insulto y la injuria, comportarse como frugívoros patanes maleducados o el seguidismo acrítico de ciertos liderazgos (ejemplos paradigmáticos de la citada degradación cultural) podrían estar confirmando algunos de los temores que Ortega expresaba en su obra.  

Un pequeño apunte final (y quizá también una sugerencia) “La Rebelión de las Masas” (1930) debería ocupar por derecho propio un lugar honorable en cualquier biblioteca y acompañar a otra obra (igualmente honorable) con la cual sin duda guarda gran relación: “El Hombre Unidimensional” (1964) de Herbert Marcuse. 

Txesko C.

Deja un comentario